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Derecho al trabajo y convicciones políticas o ideológicas

Soc. Omar Jesús Gómez Graterol.- El día de ayer, mientras revisaba aleatoriamente videos de Facebook, topé con uno que me llamó poderosamente la atención. Era protagonizado por una joven que, sin disimular su regocijo, manifestaba cómo cierto canal de televisión privado mexicano despidió a actores, actrices y presentadores, entre varios empleados. 

Dentro de las razones que enumeraba, y donde imprimió mayor énfasis, reseñó que éstos participaron en una concentración oponiéndose a la iniciativa del presidente para modificar el Instituto Nacional Electoral (INE).

No apunté el enlace del filme ni los datos de su autora, ya que la intención del presente artículo no es polemizar con nadie ni estigmatizar nada. Lo que se busca es señalar el riesgo implícito en el mensaje enviado a la población (principalmente cuando se acentúa este argumento que tanto perjuicio ocasiona a las democracias continentales).

Desconozco si la dama que realizó este género de documental tuvo alguna mala experiencia con la televisora o con parte de los afectados por la medida que tomó esta entidad y de allí su beneplácito. Si es así, puede entenderse, aunque no necesariamente compartirse. Como todo integrante de una sociedad democrática, los artistas o moderadores poseen la facultad de expresar su respaldo o no a las propuestas emanadas por sus gobernantes. 

Su arte u oficio no está reñido con su condición cívica y por ello también tienen la opción de exteriorizar su conformidad o disconformidad con los manejos que perciben que afectarán su vida o a su entorno. De hecho, es una prerrogativa que pertenece a cada habitante del país.

Por otro lado, difícilmente una figura pública gubernamental resulta indiferente a los ciudadanos de su nación. Por lo general, despiertan simpatías o antipatías siendo la tendencia a la polarización (es decir amarlos o despreciarlos). No obstante, no es imposible que logren calar en la ciudadanía combinando ambas emociones.

Si esto aplica para los cargos de poder, también es extensivo para sus agendas o planes de mandato de forma parcial o absoluta. De esta suerte, que un individuo se pronuncie en oposición a un miembro del equipo de gobierno o en desacuerdo con una acción de éste, no precisamente significa que desaprueba la totalidad de los personeros, decisiones o disposiciones adoptadas en dicha administración.

Bajo esta perspectiva, la afiliación política de un ser humano no puede constituirse en fundamento suficiente para negarle el derecho del trabajo. Se comprende que no es fácil convivir con gente que piensa diferente a los demás, pero definitivamente esto no debe consentirse.

Aprobarlo, terminaría perjudicando a cualquiera si no se entiende el alcance perverso de este procedimiento y sus secuelas. Ya no solo serían miembros del medio artístico sino de cualquier ámbito laboral (obreros, maestros, abogados, etc.). El “estás conmigo o estas contra mí” -como posición radical- es una característica de totalitarismos, no de sistemas democráticos.

Hubo un periodo, cuando a Venezuela llegó la revolución chavista, que los despidos, persecuciones o vejaciones por causas ideológicas se hicieron frecuentes. Si bien, los principales representantes gubernativos negaban estos eventos, en la práctica cantidad de hombres y mujeres las experimentó. En organizaciones estatales, o privadas afines al Estado, se procedió a dejar sin su sustento a miles de trabajadores por no acoplarse a los lineamientos de dicho proyecto político.

En el mejor de los casos, si tenían la “fortuna” de no salir despedidos, los “suertudos” debían olvidarse de ascensos o evaluaciones positivas. El daño colateral fue alto, esta situación en cierta medida impulsó la fuga de talentos hacia otras latitudes imposibilitados de conseguir laborar dignamente en su propia patria.

Por ello, la exhortación a quienes efectúan micros en internet es a examinar concienzudamente el contenido de sus materiales ya que los mismos pueden conllevar a acciones desafortunadas. Tengan presente, y suele suceder, que lo que se quiere transmitir no sea exactamente lo que se va a interpretar y en México hay tareas que hacer por la democracia como para perder lo mucho o poco que hasta ahora se ha conseguido.

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