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Covid-19: la historia de un secreto

Dr. Arturo Castro.- El desconocimiento médico no tiene fronteras y siendo así de peligroso, ha dispuesto de muchas vidas humanas a través de una pandemia denominada coronavirus, cuyo origen aún está en duda, reconociendo que el paciente cero pudiese estar en China.

Las historias tienen como objetivo la prevención de una mayor propagación, es una afectación mundial que enloquece a la sociedad y da lugar a muchos mitos y leyendas urbanas, la lista de sucesos racionales e irracionales aumenta día a día, la locura aumenta con el encierro llamado sana distancia.

Los gobiernos no se cansan de explicar con cifras el número de infectados y de fallecimientos, también de aquellos que se curan y quedan inmunes de por vida. Nunca se mencionan las enfermedades crónicas alternativas de los pacientes, solamente que tienen coronavirus.

El miedo también se propaga a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, conmueve a aquellos caracteres débiles, a los poco informados, a la sociedad irreflexiva. El show diario de los gobiernos abona a la histeria y al engaño.

Cómo se puede aprender de esta historia si no se conoce de qué se trata, lo primero que se necesita para tomar precauciones es de qué o de quién se deben tomar, para tener una mayor seguridad personal.

No se informa acerca de investigaciones científicas, lo ilustra la información pública que se conoce, lo grave no es si existe o no la enfermedad, sino el secreto que se mantiene fuera de las cifras que se proporcionan.

Existe una ausencia de evidencias, de muchos menos infectados que los que tiene la influenza que provoca el cierre mundial de la vida en sociedad, qué decir de lo laboral en las grandes organizaciones.

Muchos países tienen en cuarentena a la sociedad, Nicaragua es una excepción. Quienes enferman y mueren de Covid-19 no se informa si estaban aislados o en cualquier mercado comprando cosas innecesarias, el informe público es que se tienen camas y camas para los contagiados. Que se compran medicamentos y accesorios para su tratamiento, todo ello a toro pasado.

El caso de Taiwán es ejemplar, fabricaron 13 millones de mascarillas tipo emask 2.0 diariamente al inicio de la epidemia, los ciudadanos tuvieron acceso completo con una venta regulada y en establecimientos designados para tal efecto. Ahora es proveedor de muchos países infectados.

El Covid-19 tiene ambientes cambiantes, por lo que se busca responder flexiblemente, se insiste en el distanciamiento social, es todo un reto que debe entender la sociedad conjuntamente, parece un virus social y no individual.

La pandemia provoca a la vez una histeria colectiva a través del gobierno y de los medios de comunicación, los datos parecen inflados creando una psicosis social al interior de los hogares que produce, a decir de ellos mismos, una violencia familiar.

Los gobernantes son asesorados por infectólogos que desean multiplicar contagios y promover el caos, todo ello en los escenarios más refinados de dramatización en donde la lucha de intereses políticos y económicos está a la vista.

Es el caso de un presidente mexicano contra varios gobernadores, una de tantas de esas luchas, los intereses ideológicos y de clase aparecen sin pudor en lugar de observar la recuperación de los miles de empleos perdidos, la recesión, la depresión o la prevención absurda de grupos antimotines en cualquier Wal-Mart del país.

La inmersión total que se tiene a través de los medios de comunicación y redes sociales peleándose por obtener los mayores ratings y con ello una audiencia cautiva es lo que se debe combatir.

Ante tanta muerte por coronavirus se conocen muy pocas historias, si se adora el amarillismo como lo hemos visto en casos de secuestro y de violencia política, conocer acerca de quiénes eran los que murieron, qué hacían en sus vidas y sobre todo sus familias cómo se han sentido en su propio caso y en los demás que causa esta pandemia.

Si un enfermo muere en cualquier lado, qué seguimiento se da a quienes le brindaron atención médica y no es aquel enfoque de la represión social llenándolos de cloro, sino a las políticas sanitarias de prevención y control de la enfermedad.

Existe mucha información no disponible del caso, los epidemiólogos solo siguen las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que más que una institución médica parece política ya que pertenece a la ONU.

Parece que se cubrió un aumento de la pobreza y el desempleo al explotar la economía mundial, la pandemia encubre tal hipótesis, con una sociedad adicta a la información el único responsable es un virus que aún no se sabe de dónde exactamente salió.

Un virus que gran parte de la sociedad tiene, pero que no siente nada, es una fascinación entre la luz y la oscuridad, una fantasmagoría que produce una alucinación colectiva.

Es toda una historia y el secreto seguirá siendo un secreto, el horror y el espanto es lo de menos, si hubiera deleite también, de una sociedad de consumo se pasó a ser una sociedad consumida.

El teatro sobre las cifras del Covid-19, con dudas, reclamos y halagos entre el gobernador Bonilla, Javier Alatorre y el presidente será otra historia.