Soc. Omar Jesús Gómez Graterol.- A mediados del año 2014, el presidente Nicolás Maduro anunciaba con bombos y platillos la incorporación de un economista cubano y camarada del Che Guevara, de apellido Borrego, a un equipo compuesto también por otros miembros de su gabinete ejecutivo.
El mencionado grupo se encargaría (parafraseando al anfitrión del programa EN CONTACTO CON MADURO) de hacer una revolución total y profunda en la administración pública, así como dentro de la misma revolución bolivariana. Según el mandatario se trataría de cambiarlo todo para servir al pueblo.
No obstante, desde esa fecha y hasta el 2023, se advierte la acentuación de la tasa de migración venezolana hacia zonas foráneas, una generalizada caída de los indicadores de calidad de vida en dicha nación, la crisis de la principal empresa productora de hidrocarburos “Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima” (PDVSA) y un errático comportamiento económico, evidenciando así que la cacareada alianza no fue tan acertada.
De hecho, llama la atención que a este jefe de gobierno se le haya pasado por alto que una de las peores gestiones en el Banco Central de Cuba la tuvo el finado guerrillero argentino (señalado como compañero del señor Borrego) cuando se le dejó al frente de esa institución. Asimismo, que el erario de la isla caribeña se vio afectado por desaciertos ideológicos en la conducción de las finanzas gubernamentales (sin obviar, por supuesto, el bloqueo norteamericano a las transacciones internacionales cubanas).
Indudablemente, no se puede achacar toda la responsabilidad del desastre al especialista en economía, existen múltiples factores como trasfondo de esta situación. Sin embargo, es necesario indicar que más allá de que se trate de un delegado que desempeñó cargos importantes en su patria, hay que observar los frutos obtenidos en el sitio donde llegó a prestar sus servicios.
Un país cuya primordial fuente de divisas provenía del bituminoso mineral extraído del subsuelo ahora casi es reemplazada por los aportes, en capital, que los parientes en el exterior envían a sus familias que continúan en Venezuela. Ciertamente, se introdujo una práctica financiera poco conocida por los habitantes de este territorio: las remesas de dinero. Pero, al parecer, hasta allí llegaron las anheladas soluciones.
Traemos este episodio a colación como analogía y a propósito de la contratación de un “destacado” funcionario, de la gestión chavista-madurista apellidado Loaiza, para involucrarlo en asuntos estratégicos y esenciales de la instrucción oficial mexicana. Concretamente, con el fin de participar en el análisis y rediseño pedagógico de materiales de contenidos de telesecundaria, así como en la elaboración de libros de texto de educación básica.
No es un secreto que en el presente la formación académica venezolana deja mucho que desear y, en diversos aspectos, ha involucionado quedando rezagada al respecto en el continente. Muchos de sus fundamentos se orientan más a un adoctrinamiento que a proporcionar un conocimiento integral a la persona como ser humano.
No es cuestión aquí que los venezolanos carezcan de inteligencia y/o sabiduría, ambas le sobran, y lo han demostrado en varios lugares a donde sus ciudadanos han migrado. Tiene que ver más con las deficientes políticas en temática educacional que, en vez de procurar una ilustración de excelencia, se ha decantado por una que justifique las actuaciones estatales persiguiendo el razonamiento crítico a sus postulados y lo que atente a sus pretensiones de perpetuar ese sistema autoritario en el poder.
De allí que no se entiende ¿POR QUÉ SE PRETENDE IMPULSAR CAMBIOS EN LA ENSEÑANZA CON FÓRMULAS Y PERSONAJES CUYOS MÉTODOS Y/O PROCEDIMIENTOS YA EMPÍRICAMENTE PROBADOS HAN SIDO ESTRUENDOSOS FRACASOS?
No se trata de contrariar este acto por motivos personales, temas de simpatías o antipatías, conservadurismos, xenofobia o por frenar los abundantes o escasos avances que se están logrando en la actual regencia en este sector. Lo que se pide, como decía Albert Einstein, es no incurrir en el error de: “…seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”. Esto, como aseveraba el científico, simplemente carece de sentido.
Por otro lado, si se afirma que no se busca adoctrinar al estudiantado, está bien que se presenten en los planes de estudio lecturas de autores como Marx y Engels. Pero, para equilibrar las cosas, también se requiere que se expongan otras corrientes de pensamiento filosóficas, económicas y sociales desarrolladas a través de las épocas (al menos las más relevantes); otorgándoles la importancia equivalente, similar valoración, semejante cantidad de espacios e igualdad de horas de estudio.
Lo anterior, evitando dejar en el alumnado la sensación de que hay una sola manera de interpretar o de abordar la realidad, además de permitirles, como individuos racionales, elegir en libertad aquellas ideas con las que más se identifican. Proceder de distinto modo es caer en sesgos y parcializaciones condicionadas con toda maquinación.
Si lo que se aspira es a impartir mejores aprendizajes a la ciudadanía partiendo de su contexto específico y necesidades o, en su defecto, desde una conciencia latinoamericana (rompiendo así con esquemas educativos impuestos por otras naciones) para asegurar la autonomía e identidad propia, se aplaude la iniciativa.
Pero hay otros intelectuales centro y sudamericanos, de gran talla, que han impulsado modelos didácticos exitosos en sus países y a los cuales se les podría invitar para implementar modificaciones al pensum escolar, al de secundaria y al de preparatoria.
Por lo tanto, continuemos impulsando la transformación nacional que demanda la colectividad, pero incorporando además elementos de calidad y progreso. No con aquellos que por más que quieran ocultarlo han fracasado en dirigir a mejores destinos a la ciudadanía. Las acciones y evidencias hablan más fuerte que las palabras, por más que se intente gritar para acallarlas.