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Algunos retos para los partidos de oposición en las venideras elecciones del 2024

Soc. Omar Jesús Gómez Graterol.- Da la impresión que la oposición mexicana no estuviese calibrando convenientemente el fenómeno “Movimiento Regeneración Nacional” (MORENA), y su máximo representante Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en la próxima confrontación electoral. Si bien este no es un suceso homogéneo, pues no cuenta con igual grado de aceptación en todas las regiones y sectores populares, la tendencia en las clases con mayor número de votantes parece augurar la superioridad de victorias para esta agrupación política. Por esta razón, los restantes partidos tendrán que hacer notables esfuerzos si quieren mantenerse vigentes como alternativas de gobierno para los mexicanos.

Pareciese que los oficialistas están interpretando y canalizando mejor el sentir colectivo, lo que ocurre en el contexto internacional, además de sintonizarse de manera ventajosa con las transformaciones geopolíticas y propensiones mundiales. Quizás lo que se les pueda cuestionar, y de lo que alcancen a obtener ventaja sus contrincantes, es en el tema del polémico manejo de la seguridad pública, criminalidad o delincuencia. Por lo demás, aunque los eruditos tengan reservas con las gestiones gubernativas adelantadas, diversidad de personas las están percibiendo de un modo positivo.

Tan grande es la confianza de este partido de sus conquistas en las venideras elecciones que en sus proclamaciones manejan criterios atemporales que aluden a su permanencia en el mando más allá del plazo presidencial en curso. Por lo señalado, con el fin de conseguir resultados provechosos en el próximo plebiscito, conviene que los opositores a este se autoanalicen o se revisen a la luz de ciertas deficiencias que se están evidenciando:

1.- Requieren ser proactivos y desarrollar un modelo utópico o iniciativa de país que motive a la mayoría a otorgarles otra oportunidad. Deben superar sus debilidades ideológicas. El énfasis de su labor lo han puesto en criticar la gestión gubernamental del primer mandatario, y sus acompañantes o seguidores, pero sin enunciar efectivamente un “Proyecto de Estado” que responda a un discurso de actuación claro, las exigencias sentidas de la ciudadanía, a los tiempos que transcurren o al reacomodo del poder, tanto a lo interno como externo de la nación.

2.- Realizar propuestas innovadoras. Varios antagonistas al gobernante procuran captar a los votantes con ofertas que ya están dentro de la agenda presidencial en vigor o de las políticas del partido afín a este (subsidios, protagonismo femenino, becas, etc.). Ofrecen lo que ya se está llevando a cabo, pretendiendo quitarle el mérito de la creación a su autor, sin aportar algo nuevo, lo que en sí constituye un absurdo.

3.- Reconciliarse con los electores desencantados con administraciones estatales anteriores. Descuidar la formación de vínculos afectivos con los ciudadanos, desestimando la carga valorativa, emocional o sentimental que involucra un proceso de selección de autoridades, así como no sanar sus heridas y decepciones, es un yerro que cuesta caro. Intentar abordar a la colectividad enfatizando únicamente en el aspecto intelectual, con retóricas científicas y estadísticas, hasta cierto punto es entendible, pero es insuficiente para atraer al grueso del electorado.

4.- Analizar las experiencias de asociaciones opositoras latinoamericanas en circunstancias y/o escenarios similares. Los aciertos y errores de las instituciones partidistas de naciones como Venezuela, Bolivia, Colombia, Ecuador, Brasil, Cuba y Argentina, entre otros, son aleccionadores y aprender de sus éxitos, además de fracasos, les ahorraría cantidad de sinsabores, los cuales son proclives a experimentar de continuar con la línea de acción que están adoptando.

5.- Evitar proponer cambios sin cambiar. En muchos casos, aspiran corregir los problemas existentes con los mismos personeros que los ocasionaron. Paradójicamente durante las votaciones postulan candidatos que ya han ocupado cargos estratégicos y que defraudaron a quienes los eligieron. La coyuntura presente demanda otros perfiles, no necesariamente gente joven inexperta, sino inteligente, no ingenua, estadista, creativa, con habilidades de negociación y conciliación, centrada en ideas definidas y con el potencial para ejecutarlas.

De seguir transitando el camino electoral andado, con las mismas tácticas, se estarán condenando a contar con el soporte de una porción significativa de la población, pero nunca con la suficiente para ocupar los escaños de decisión. Es prácticamente inmiscuirse en un juego donde el adversario es el que está estableciendo las reglas y proporcionando las opciones para participar. Bajo estas condiciones, lograrán algunos “triunfos” y serán los que les permita quien tiene la sartén sujeta por el mango, no los que ellos dispongan.

De esta forma, habrán de resignarse a no ser más que simples espectadores de la dinámica política, por un largo período, sin tener la posibilidad de influir en los acontecimientos patrios. La democracia necesita de pluralidad de actores, pero la situación actual apunta a un solo actor hegemónico como auriga de los destinos nacionales.

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