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Honestidad o popularidad

Daniel Valles.- Una persona que se dedica a la política, es decir, que por lo regular milita en un partido político y busca ser candidato a posiciones de gobierno o donde se pueda ejercer la función pública, busca la popularidad. Es decir, ser popular

En tiempos de campañas o precampañas como el que estamos viviendo, es seguro que quienes dirigen en los partidos políticos buscan los perfiles que sean los más populares. Hombres o mujeres. No importa el sexo. Importa que sean populares. Acarrean o juntan votos para la causa. Esto es casi una regla.

Es por eso que estamos viendo cómo los partidos políticos han buscado a personas populares para ofrecerles candidaturas y que nunca han militado en algún partido ni tienen carrera política. Tal vez sí se hayan distinguido por ser personas altruistas, pero no es la regla. La popularidad es lo que buscan, la que manda, lo que rifa. Es el criterio a seguir. 

“Búscate a gente popular que nos ayude a conservar el registro” debe ser la premisa de los partidos chicos o recientes. Vemos enseguida a gente que podrá ser muy respetable en su vida personal, profesionales que se distinguen en su actividad, sea la que sea. Eso no es reprobable, mucho menos recriminable.

Por lo mismo y no por otra cosa, por ser “populares”, tenemos en algunas candidaturas a cantantes como Paquita la del Barrio, que se confiesa como una neófita en la materia. Actores como Alfredo Adame, que se distingue por sus pleitos y trifulcas más arreglados que una pelea del Canelo Álvarez.

También a luchadores como El Místico, actores, actrices, deportistas y cantantes como Gabriela Goldsmith, Rommel Pacheco, Lupita Jones y otros más. Por supuesto que tienen todo su derecho constitucional de llegar a una curul, a una presidencia o gubernatura, una senaduría, lo que sea.

No dudo que como en todo, de entre estas personas salga alguna que pueda destacarse y hacer un papel, o tener una mejor lucha y distinguirse por su buena voz y personalidad mejor que cualquier persona que, con carrera política, se presente a la elección del próximo mes de junio. La más grande de la historia por el número de posiciones a elegir.

¿Qué buscan los partidos entonces? ¿Qué cualidad es lo que se pretende obtener? ¿Basta la popularidad para ganar una elección?

Aparentemente es lo que quieren los partidos: Popularidad. Sin embargo, el mensaje que comunican siempre es diferente: “tenemos los mejores perfiles. Los mejores hombres y mujeres cuya honestidad está por encima de toda duda. Gente proba, con un alto deseo de servir”. ¿De veras? 

¿Por qué entonces tenemos la corrupción galopante que todos sabemos aún existe? ¿Es la honestidad el rasgo más importante que se ha de buscar en quienes contienden a un puesto público?

Dice Juan Carlos Loera De la Rosa que sí. Que: “la honestidad es la clave. Que el mejor amparo que puede tener cualquier aspirante a la gubernatura, alcaldía u otros puestos es la honestidad para solicitar el apoyo de la ciudadanía”.

Y en parte tendría razón, pero solo en parte. Las declaraciones que emite el virtual candidato de Morena al gobierno de Chihuahua y que emitió estas declaraciones, lo hace con un fin que no esconde. Darle un “golpe político” a su contrincante por parte de la coalición PAN-PRD, Maru Campos.

El ser honesto es ser real, genuino, auténtico; el ser deshonesto es ser ficticio, irreal, no genuino, fingido, aparente. La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás, la deshonestidad no respeta a nadie. 

La honestidad expresa un deseo o disposición de vivir en la luz. La deshonestidad busca la sombra, el cubrirse, el confinamiento. Es la disposición de vivir a la sombra, donde se efectúan las tranzas.

“La honestidad es mejor que cualquier política”- Emanuel Kant, filosofo- “es mejor tomarme en serio a mí mismo, que tomar medidas para que no lo atrapen”. Es mejor, pero no es suficiente, aunque los diga el señor Juan Carlos Loera de la Rosa o cualquier otra persona.

¿Cómo explicar que las honestas personas candidateadas un día, al siguiente son acusadas de corrupción? Solo hay una explicación posible. La persona no es íntegra. Es honesta, sí, pero cuando le conviene. Es honrada, también, donde quiere. Dice una cosa y hace otra porque eso es lo que piensa. 

No se conduce con integridad porque no es persona íntegra, lo que es muy diferente a ser honesta. Y eso es lo que debemos buscar en las personas que aparecen como aspirantes a posiciones de elección popular: Integridad.

La integridad se puede definir como la ausencia de concesiones y la presencia de convicción al obrar con rectitud y hablar con verdad. Caminar con integridad es igual a hacer y hablar con consistencia. Igualdad en lo hecho como en lo dicho. Algo que no vemos muy frecuentemente en quienes nos gobiernan. Por eso nos dicen una cosa y hacen otra.

Por lo mismo, la ciudadanía no cree en los mensajes que envían, porque quienes llevan el mensaje, hombres y mujeres solo quieren el voto, pero no hacer lo que prometen. No actúan con integridad.

Por lo mismo, para aspirar a una candidatura no solo se requiere de honestidad, hace falta que agregue la honradez a su popularidad. Ambos valores crean un principio: la integridad, la que declara, presenta y obra siempre, El Meollo del Asunto.

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